martes, 8 de marzo de 2011

PENSEMOS LA SEGURIDAD

Entrevista al especialista en derecho penal, Marcos Salt

“Aplaudo la creación del Ministerio de Seguridad, es una buena idea”

Publicado el 8 de Marzo de 2011

El abogado y docente de la UBA considera que negar la inseguridad “es ridículo”. Y opina que la solución al delito no pasa por el sistema penal. “Antes que poner plata en cárceles, tal vez sería mejor invertir en clubes”, asegura.
  De qué hablamos cuando hablamos de inseguridad? ¿Cuáles son sus causas más profundas? ¿Y por dónde podemos empezar, como sociedad, a pensar en una solución? Una charla a fondo con el especialista en derecho penal Marcos Salt arroja un poco de luz sobre una serie de cuestiones tan complejas como poco exploradas por los medios.

–El concepto de inseguridad puede tener diferentes acepciones, ¿cuáles son las que hoy priman?
–Es un concepto subjetivo y a la vez político, porque quien defina qué es inseguridad estará de alguna manera fijando la agenda en relación con ella. En general estamos acostumbrados a vincular la inseguridad con el delito violento. Tenemos un estereotipo del delincuente que nos “da miedo”, y de hecho la policía orienta hacia él sus tareas de prevención. Ahora bien: hay un montón de gente vestida de traje que tal vez esté causando delitos mucho más graves. Quien lava dinero, o comete fraudes cambiarios, puede causar más daño a la sociedad que un ladrón común que roba una billetera con 200 pesos. Sin embargo, lo que nos causa inseguridad es esa persona que nos puede pegar o robar. Al pensar un programa político criminal se debería atender a ambos conceptos. Porque si se pierde plata por corrupción, entonces hay menos recursos para prevención primaria, es decir: no la que tiene que ver con la represión del delito, sino la que logra las condiciones socioeconómicas para que el delito directamente no se produzca.
–Y en esto los medios tienen un rol fundamental. 
–Lo que pasa es que la mayoría de los medios responde a una lógica de negocios. Si por ejemplo se hiciera un programa televisivo que tratara de explicar por qué es necesaria una política criminal a diez años, lo más probable es que la mayoría de la audiencia termine cambiando de canal. El efecto pernicioso es que una política criminal requiere también un consenso social acerca de cuáles son las soluciones al problema.
–¿Qué conceptos podrían trabajarse mejor?
–Hoy negar la inseguridad es ridículo. Pero el periodismo podría intentar apuntar a las causas del fenómeno para que la opinión pública sea también la que genere cambios en la política. Contrariamente a lo que muchos piensan, el ciudadano argentino no es necesariamente autoritario, ni quiere siempre mano dura. Por supuesto que si a alguien le roban va a pedir que al ladrón lo metan preso, y es totalmente entendible esa demanda. Pero habría que entender además cómo se genera esa situación, y sobre todo cómo se soluciona. Yo he hablado con víctimas que al principio muestran una actitud durísima contra su agresor, aunque al profundizar un poco más en el tema están abiertas a otras soluciones. En un país como la Argentina, con los niveles de marginalidad que existen, el tipo de seguridad que mucha gente pretende no va a existir en el corto plazo.
–¿Y por dónde van esas soluciones?
–Esto es muy difícil de asumir, y por eso sería raro que algún político lo diga, pero me parece que hoy, con el deterioro que tenemos, la inseguridad va a seguir presente por muchos años. Hay un sector de jóvenes que sufrió un cambio cultural tan fuerte, que aunque se les ofrezcan opciones de colegios, de desarrollo, no los vamos a recuperar así nomás. Lo que pasa es que mientras tanto el Estado tiene que resguardar la seguridad de la ciudadanía, y esto lo obliga a tomar iniciativas que tal vez, en otro momento, hubiera sido posible evitar. Pero las soluciones de fondo van a largo plazo. Quizás hoy tengamos una generación que ya está medio perdida, y es muy feo admitir esto. Si hay alguien que viene de tercera generación sin trabajo, que se le murió la madre porque no tenía atención médica, que tuvo que salir a la calle, que la hermana se prostituyó… eso es algo muy difícil de dar vuelta. Por otro lado, si uno tiene abusos en el servicio penitenciario, es ridículo pensar que quien pasa esa experiencia va a salir mejor. Hay quien puede preguntarse: “¿Por qué tiene que vivir en buenas condiciones un delincuente?” Hasta por una cuestión pragmática habría que tratar de explicar que si se permite que en la cárcel a un preso lo violen, le peguen, la maltraten, o que maltraten a su familia, cuando salga esa persona va a ser mucho más violenta.
–¿Cuál es a tu entender el centro del problema?
–Yo creo que el sistema está en crisis. Por eso aplaudo la creación del Ministerio de Seguridad, me parece una buena idea. Tal vez hubiera ido más allá con algún tipo de trabajo interministerial con Desarrollo Social y Educación. Queda claro que el Estado tiene que reducir los niveles de violencia, y a quien comete un delito grave habrá que hacerle cumplir su pena de prisión: en eso el sistema tiene que ser inflexible. Pero para un montón de delitos estamos usando el sistema penal de una forma totalmente irracional y además mintiéndole a la gente, porque el sistema penal no es la solución a la inseguridad. Si hoy liberáramos a todos los presos de la Argentina, el delito mañana no subiría. La cárcel cumple un rol simbólico importante, y desde luego es necesaria, pero sólo para determinados delitos.
–O sea: más cárceles no es igual a menos delito.
–Una aclaración: es cierto que en la Argentina hacen falta más cárceles, porque hay un gran atraso en el sistema penitenciario y hay que contar con estructuras carcelarias adecuadas. Pero con eso no vamos a solucionar el problema de la inseguridad. Lo único que vamos a hacer es llenar más cárceles y generar un negocio para su construcción, pero en la medida en que no haya un debate sobre para qué usamos la cárcel, esto no tiene mucho sentido. Hay unidades donde la cantidad de reclusos con prisión preventiva supera el 80%. El problema de la seguridad no tiene que ver nada más con la represión: en realidad esa es la última etapa. Porque si tenemos que utilizar el sistema penal es porque la prevención falló. Claro que no es lo mismo en todos lados, pero en algunos lugares el problema de la inseguridad pasa por cuestiones muy pequeñas.
–¿Por ejemplo?
–Cuatro clubes bien instalados, o una mejora en la iluminación, a veces te mejoran la seguridad más que seis patrulleros. Antes teníamos el club de barrio, y jugábamos al fútbol en una canchita donde nos dirigía un tipo que era un guía, un profesor. De esa gente, la Argentina todavía tiene mucha, pero esa organización intermedia está perdida porque los clubes están fundidos. Tal vez, antes que en las cárceles, sea mejor poner plata en los clubes.
–Hay un discurso sobre la seguridad que tiende a ubicar a la droga en el centro del problema, ¿qué opinión te merece?
–Hoy es importante. Hace cinco años tal vez te hubiera dicho “no nos corran con el tema de la droga”. Porque es cierto que las posturas más autoritarias, y a la vez importadas, siempre han buscado este tipo de cucos.
–¿Para meter miedo?
–En parte, pero también para forzar un tipo de intervención diferente y avanzar sobre determinados derechos. Ahora bien: el problema en la Argentina es muy real, muy serio y no se puede subestimar. Y no estamos hablando solamente de que hay quienes se drogan para cometer delitos, esa es una parte del problema. La otra es la enorme cantidad de dinero que proviene del narcotráfico y se inserta en el sistema policial, en el judicial, en la política. Es cierto que asociada a factores sociales la droga puede producir un aumento del delito, pero no es que la droga de por sí tenga la culpa. Lo que causa el delito es una marginación enorme a la cual se le genera primero la posibilidad de ganancias económicas fáciles, luego dependencia, y por último la asociación con bandas delictivas.
–¿Cómo se explica todo esto a la opinión pública?
–La sociedad tiene que entender que estamos hablando de una problemática compleja que no se soluciona con el aumento de las penas. Además, las causas del delito están en todos nosotros. Hay un ejercicio que a veces hago el primer día de clases en la facultad: les pregunto a mis alumnos quién no cometió un delito alguna vez en su vida. La primera reacción de todos es decir “yo no”, pero entonces les aclaro que no piensen solamente en un homicidio, sino también en si se robaron algo en el viaje de egresados, o utilizaron un teléfono de una forma ilegítima, o evadieron impuestos. Y ahí los resultados empiezan a cambiar. Luego les digo: ¿hubiera sido una solución la cárcel? Es claro que hay delitos ante los cuales no queda otra alternativa, porque es necesaria la protección del resto de la sociedad. Un robo con armas no se soluciona con una mediación. Pero incluso si tenemos que imponerle una pena a una persona, por lo menos hagámoslo con dolor. En esto los medios pueden hacer una diferencia enorme. Quizás tengan que decir: “A este delincuente hay que meterlo preso 30 años, pero ¿sabés qué? También te voy a contar la historia de este chico.” Tal vez no quede más remedio que la cárcel, pero al mismo tiempo tenemos que ver qué culpa asumimos como sociedad.<  

http://tiempo.elargentino.com/notas/aplaudo-creacion-del-ministerio-de-seguridad-es-una-buena-idea

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