martes, 22 de marzo de 2011

EL PERONISMO Y LA CONTRADICCIÓN

El peronismo y la contradicción

Te amo, te odio dame más

Publicado el 22 de Marzo de 2011

El desafío del segmento popular sigue siendo sintetizar sus discordancias internas para enfrentar un enemigo común: los grupos concentrados de la renta nacional, que se expresan de mil modos contra el gobierno.
  Durante los años de la descomposición neoliberal, el Movimiento de Trabajadores Desocupados de Quilmes portaba en su bandera el logo de la compañía de cerveza de su ciudad para nombrarse y aludir de ese modo a su territorio. Qué seña tan notable y contradictoria. Por entre las grietas de esa aparente incompatibilidad en la subjetividad, los desocupados idearon una respuesta formidable a sus enemigos de clase.
Sobre esas grietas suturadas en los últimos años de un modo arduo y complejo, de a cachos, entre avances y retrocesos, trabaja el claro enemigo de los sectores populares, para descoserlas. Los excita. Busca roña todo el tiempo, porque sabe las carencias populares en la base material y en la conciencia que él mismo ha estimulado. Ayer socio principal, el Estado se ha convertido ahora en su principal antagonista. “Piña va, piña viene, Magnetto se entretiene”, casi canta el viernes el estratega de la reacción. Tendrá que esperar.
No obstante, es previsible que así actúe el poder económico, tanto más en momentos como el actual, cuando el país entra en tiempo de definiciones. Ojo, sin embargo: no todas las contradicciones se resuelven para el mismo lado. Marx no preanunció como un astrólogo el devenir inexorable del socialismo en las sociedades humanas; por el contrario, advirtió que la Historia podía volver hacia atrás, sobre sí misma, y regresar como farsa o tragedia. Propuso actuar para impedirlo, y no sentarse a esperar. El Manifiesto fue su análisis de coyuntura, su modo de intervenir. En ese juego andamos todavía, tratando de arribar al futuro, que no es una condición meramente temporal, sino de concepto, de fondo y no de forma.  
Todo esto viene a cuento de cierta línea del discurso de la presidenta en Huracán, cuando dijo: “Siempre en nuestra historia las construcciones políticas, aun las del campo nacional y popular, se hacían en base a las contradicciones o contra algo. Hoy estamos construyendo con un profundo amor”. Inquietante.
Interpreto, entonces. No dijo Cristina Fernández que la contradicción no exista, sino que es en otro ángulo donde hay que buscar el vértice ahora. La incompatibilidad capital-trabajo, que estructura a grandes rasgos la organización de la sociedad, es objetiva. Se toca con las manos. Se cobra a fin de mes, digamos. Su expresión en puja política es inevitable. El kirchnerismo tuvo entre sus mayores virtudes hacer explícita esa reyerta.
Y sin embargo, aquí estamos, arribando a una semana que es emblemática (por su carácter simbólico) en el calendario de las luchas populares argentinas. El desafío del segmento popular sigue siendo sintetizar de mejor modo sus propias discordancias internas para enfrentar a un enemigo común: los grupos concentrados de la renta nacional, que se expresan de mil modos contra el gobierno. Las tensiones no deben hacernos olvidar una observación: ni el gobierno puede comportarse como una central sindical, ni los gremios tienen por qué asumir las limitaciones que impone el rol del Estado.
La derecha proyectó (y fracasó con todo éxito) el jueves y viernes en Camioneros la respuesta que los poderes fácticos, de los billetes, no pueden dar por sí mismos a Cristina Fernández, que insiste en resolver de un modo sorprendente las contradicciones propias que implica conducir el Estado en una sociedad que sigue siendo de clases. En la semana en que fue desplazado el jefe de todas las comisarías de la Capital Federal, el cambio de tapa de Clarín, que voló de Japón a Moyano sin escala en Catamarca, es revelador.
Pero hete aquí que muy a la vista están las elecciones, que definirán si la Historia regresa hacia atrás, como farsa o tragedia, o todo lo contrario. Porque, una cosa es la contradicción vista a través del prisma que importa un gobierno que responda a los intereses más concentrados, y otra muy distante es la actual circunstancia. A eso apuntaba la mandataria. De ahí su mención al amor “por las cosas logradas y con una profunda demanda por profundizar esos cambios para que puedan llegar a todos los argentinos”, como también dijo en el Ducó.
Cristina está sugiriendo que quienes deben construir ahora en base a la “contradicción” son aquellos, los otros, que están perdiendo la puja, porque ya no manejan a discreción el Estado. La superación a la kirchnerista de esa contradicción los contradijo. El discurso de la presidenta quizás esté marcando el comienzo de otra etapa: no ya la resistencia al poder real, ni el contragolpe en bandada a esos capitales concentrados, sino, ahora que se ha logrado la consolidación del proyecto, emprender su profundización. Su “institucionalización”, como dijo, para garantizar continuidad. Y la condición de “orgánicos” de sus ejecutores, esto es, disciplinados ante el líder que conduce, en este caso la presidenta. Sólo un afiebrado puede creer que el gobierno vea a su enemigo en la CGT, y viceversa. Las corporaciones lo tienen claro; no así algunos referentes de este lado, que alimentan irresponsablemente la contradicción.
Porque las contradicciones propias de la política, si bien no asustan a nadie aquí, suelen ser pianta votos. El peronismo lo sabe. Y las elecciones son para ganarlas. Punto. En ellas votan todos: patrones, trabajadores, y los demás. Sindicalizados y no. Clase obrera y de las otras. Cada persona, un voto. Moyano y Cristina lo saben, porque conocen al Movimiento desde sus entrañas. Su continua oscilación entre el “te amo, te odio, dame más” viene de antaño. Cuando el pueblo no sabe lo que quiere, lo quiere ya. Pero atención, que no debe confundirse al cazador con la presa, en cuyo caso el esclavo, desconcertado, suele pedir dramáticamente más. 

http://tiempo.elargentino.com/notas/te-amo-te-odio-dame-mas

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